Desde que nos hemos puesto a andar para salir de Fuente de Cantos, ya hemos tenido que preparar capotes, impermeables, gorros...
Las previsiones de lluvia no fallan.
A seis kilómetros se encuentra Calzadilla de los Barros, una pequeña localidad con un tesoro: el retablo mayor gótico-mudéjar de la Iglesia del Salvador, declarado Monumento Nacional Histórico-Artístico.
El Camino continúa por tierras de viñas y pastos para el ganado. Aunque el cielo sigue bien cubierto, a veces el sol nos permite ver los colores de la primavera y albergar alguna esperanza de que llegaremos secos a Zafra.
Nos hemos encontrado con un peregrino que va a Santiago. Nos avisa de que el Camino está cortado más adelante por los arroyos crecidos por las lluvias, y ha tenido que retroceder para coger la N-630. Como también hemos encontrado algunas señales raras hechas con piedras en el camino, no nos parece esto extraño.
Hacemos una parada en una gasolinera abandonada al lado de la nacional. Mis botas nuevas me aprietan; me las compré impermeables por el temor a la lluvia, pero no me ha dado tiempo a hacerme con ellas. Son unas botas altas, y precisamente donde me aprietan es arriba, por encima del tobillo. En el bordillo de la estación de servicio me siento, y me he aflojado las botas. Hemos descansado un rato, para tomar algo y recomponernos.
La tormenta se nos echa encima |
¡¡Cómo le dejé el probador a la señora!! 😅
Teníamos previsto almorzar en el Bar Crespo, en el centro de la ciudad. Al salir del chino voy buscando con Alejandro, quien también tuvo que cambiarse, el camino para la zona vieja de Zafra. Al llegar al bar, muchos peregrinos estaban allí cambiándose de ropa, secando sus cosas... Habían invadido los servicios del restaurante.
El bar era pequeño para tantas personas, nos sentaron en mesas en dos habitaciones diferentes, el vino lo tuvimos que devolver, hubo un poco de lío con la cuenta... En fin, no fue una buena experiencia el Bar Crespo, pero imagino que de alguna manera pretendían cobrarse el agua que les habíamos dejado en el suelo de los aseos.
Lo mejor del Bar Crespo era su situación, a dos pasos del Parador y del Alcázar. Cuando terminamos el café nos fuimos dando un paseo hasta el autobús, de vuelta ya a casa.
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