sábado, 1 de diciembre de 2012

ETAPA CASTILBLANCO - ALMADÉN

Etapa Castilblanco de los Arroyos - Almadén de la Plata

A las seis y media de la mañana quedamos en la Alameda del Tren, para salir en autobús hacia Castilblanco de los Arroyos. El desayuno lo hacemos donde terminamos la etapa anterior el pasado día 18 de noviembre, en el Bar El Algabeño. Tras una copa de anís o de crema de guindas, que habíamos comprado para calentar la mañana, nos ponemos en camino, sobre las ocho y media.

Salida de Castilblanco, frente al bar El Algabeño, muy cerca del albergue de peregrinos de la localidad
Buscamos la salida de Castilblanco por la carretera SE-185. Nos separan unos 29 kilómetros hasta Almadén de la Plata.

Pila en la carretera hacia Almadén,
con el azulejo del Camino
La temperatura es baja, en torno a 2ºC, pero además tenemos un viento frío y el sol aún no calienta. Nuestras sombras en la ladera junto a la carretera, son alargadas, lo que indica que el sol apenas se ha levantado.



Los organizadores, experimentados que son ellos, nos indican que el paso por la carretera debe ser alegrito. Nos esperan 15 kilómetros por el asfalto hasta que lleguemos al Parque Natural de Los Berrocales, y para que no se nos haga demasiado dura la etapa de hoy, debemos ir con buen ritmo todo el tramo de la carretera.



La verdad es que sí tenemos una buena marcha, con subidas y bajadas, algunas más empinadas que otras; hemos pasado por diferentes fincas, algunas con portelas de entrada bastante historiadas, donde hemos descansado un rato, nos hemos hecho fotografías... y de todas ellas, la más conocida es la finca de "La Yerbabuena", del torero Ortega Cano, a quien hemos mentado en la carretera cada vez que escuchábamos un coche: "Cuidao, cuidao, que viene Ortega Cano". Las risas han sido continuas, y al pobre Ortega Cano se le debieron caer las cosas de las manos constantemente.
Entre los kilómetros 16 y 17, está la entrada al Parque Los Berrocales. Aquí hicimos una parada más larga, comimos el primer bocadillo de la jornada, charlamos con el guarda forestal, quien ya nos anticipaba todo lo que encontraríamos en el camino hasta llegar al Calvario, el cerro del final de la etapa antes de Almadén.

El camino por el parque es bastante más agradable, y vamos muy animados porque la marcha es extraordinaria, aunque sopla desde el este un aire frío que me hace echar de menos los guantes. Por eso se agradecen los tramos en que los árboles no tapan al sol.


A poca distancia de la puerta de entrada, se encuentra la casa forestal, y a lo largo de todo el recorrido por el parque, encontramos estos pivotes que señalan el Camino de Santiago, así como algún que otro miliario.





Durante algo más de una hora seguimos por una pista de gravilla que va serpenteando por el parque. Nos dijeron que por esta parte podríamos encontrar ciervos, pero como somos un grupo numeroso (32 en esta etapa) con muchas ganas de pasarlo bien, no vimos nada. Pero bueno, tampoco hemos venido aquí a eso.
Hemos pasado también por diferentes arroyos. Ayer viernes llovió por toda la zona, aunque no de modo copioso. En una bajada hemos llegado a un estancamiento de agua que parece una piscina natural, con una pasarela hecha de mojones de cemento.


Aquí serían ya algo más de las doce y media. Empezamos a sacar de las mochilas galletas, chucherías o incluso dulces de Navidad. De nuevo los organizadores nos felicitan por el paso extraordinario que llevamos, y nos indican cómo vamos a actuar a continuación: continuaremos por el parque, y sobre las dos y cuarto pararemos a comer, sin tiempo limitado hasta que descansemos lo suficiente para poder continuar, ya que la parte más dura vendrá al final, tanto la subida como la bajada del Cerro del Calvario.
Hay que estar muy atento a las señales, porque algo más tarde el camino se desvía a la izquierda por un nuevo paso sobre un arroyo, donde se encuentra un nuevo miliario y las ruinas del antiguo poblado de El Berrocal. En esta bifurcación, la pista continúa hacia el Centro de Visitantes de El Berrocal, pero nosotros debemos girar a la izquierda. Una peregrina que iba más adelantada se despistó, y avanzó por esta pista un buen tramo; a voces la llamábamos y no nos oía. Uno de los peregrinos, un chavalín de unos catorce años, echó a correr hasta alcanzarla, y tuvieron que desandar lo andado.
Desde aquí, la pista continúa unos 3 kilómetros, hasta la alambrada del final de la finca, donde de nuevo hay que girar a la izquierda para avanzar por un camino más estrecho. Aquí decidimos parar para comer. El segundo bocadillo no lo terminé, me apetecía más algo fresco, así que terminé el almuerzo pronto con una manzana.


Conforme íbamos levantándonos del suelo, comprobábamos cómo las piernas difícilmente respondían -ya eran 25 kilómetros los que llevábamos-. Las paradas deben ser breves para que los músculos no se enfríen demasiado. Algunos ya sentían agarrotados los gemelos, y costó un poco continuar. El camino por aquí se estrecha mucho, y va subiendo poco a poco, prácticamente andamos en fila india. Recojo bellotas dulces, que me sientan muy bien. También la temperatura es más agradable, alrededor de 9ºC.


Por este sendero serán unos dos kilómetros, de agradable subida, hasta que llegas a una nueva pista transversal, en un amplio claro, desde donde contemplas el Cerro de El Calvario. Desde aquí se aprecia claramente un mirador en lo alto del cerro. Dicen los organizadores que allí tenemos que subir, que cada uno coja su ritmo, de manera que cada cual pare cuando estime necesario.


El Cerro de El Calvario, una subida de 150 metros aproximadamente,
pero en una distancia muy corta.
En un principio no parece complicado. Sólo cuando miras hacia atrás te das cuenta de cómo subimos y de lo que vamos dejando. Pero llega un punto en que parece que subes una pared: ya no puedes dejar de mirar al suelo, no hablas con el de al lado, te falta el aire, y simplemente te concentras en subir. El bastón nuevamente me ayuda mucho.


En todos los Caminos, hay puntos emblemáticos, significativos. Éste es uno de los de la Vía de la Plata: cuando alcanzas el punto más alto del Cerro de El Calvario sientes una doble satisfacción, porque al lado sur está el paisaje impresionante del Parque Natural de los Berrocales, y al lado norte está, ahí, como a tiro de piedra, Almadén, y eso significa que has llegado, que la etapa está superada.

Un cielo espléndido



Conforme iban llegando los peregrinos, recibían aplausos sinceros de reconocimiento por el esfuerzo de la jornada. Y todos nos sentíamos verdaderamente satisfechos. Como no podía ser de otra manera, disfrutamos del paisaje desde los miradores y nos hicimos muchas fotos.


Pero queda bajar hacia Almadén por un sendero igualmente empinado, y con muchísimas piedras, que lo hacen más difícil. Un peregrino que ya había hecho esta misma etapa hace algún tiempo, recordaba que a él le resultó más complicada la bajada de El Calvario, que la subida. Con mucho ojo, fuimos poco a poco descendiendo.


Son las cuatro y media de la tarde cuando entramos en Almadén. El autobús nos recogería a las seis para volver, así que pensamos tomar un café, ver un poco el pueblo... Alguien anuncia que esa tarde se abría un Belén Viviente en Almadén. "¡Estupendo, pues lo vemos!", exclamamos. El organizador llama por teléfono al chófer del autobús, quien dice que ya está en el albergue de peregrinos de Almadén, esperándonos. "¡Qué bien, pues vamos a sellar las credenciales!", nos alegramos. En el albergue había otro grupo de peregrinos sevillanos que también, como nosotros, hacía el Camino por etapas en días sueltos, y otro grupo jugando a las cartas en el comedor, que dormía en el albergue y continuaba andando al día siguiente.


Tardamos un buen rato en sellar. Mientras, alguno tomó café en el mismo albergue y otros nos terminamos las galletas que habían abierto por la mañana. Después de hacernos más fotos, nos subimos al autobús.
Los peregrinos que también hacían el Camino en días sueltos habían ido en coche desde Sevilla hasta Castilblanco, y otros hasta la puerta de entrada a Los Berrocales, y allí dejaron los coches aparcados, andando desde ahí hasta Almadén. Tenían pues la intención de volver, en autobús o en taxi, a recoger sus coches, pero no habían encontrado medio de transporte, así que se vinieron con nosotros  en el autobús. Allí sacamos otra vez las botellas de anís y de guindas, brindamos por la buena jornada, dejamos a los peregrinos en El Berrocal y en Castilblanco, y seguimos la carretera camino de casa. Alguien entonces recordó: "Al final no hemos visto el Belén Viviente." ... Yo ya llevaba los ojos cerrados.

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